lunes, 8 de marzo de 2010

White Sahara (de mayor quiero ser beduino)



En honor al gran Quentin, no voy a empezar a escribir mis experiencias siguiendo un orden cronológico, si no que haré uso del flashback (memorable escena por cierto, en Amanece que no es poco). No se asusten, ni piensen que me he convertido en un gafapasta que va de cinéfilo por la vida. Tan sólo quiero decir que voy a emprender con lo que he hecho este fin de semana, lo tengo aún muy fresco y merece la pena escupirlo ya, para luego volver a mis comienzos cuando era un blanco perfecto para los taxicómanos y demás supervivientes.

Siempre he sido una persona de vísperas, de liarla el día anterior de un evento o simplemente un plan que requiere ir fresco cual lechuga. Mis amigos de Trevías saben bien a lo que me refiero, aunque nunca llegaré al nivel del Tivi volando por Las Carcuas en día antes de la boda de su hermana (Grande Tivich)…

A la tul (pa’lante en árabe). Este fin de semana teníamos planeado ir al Desierto con los beduinos así como que no quiere la cosa. Quedamos a las 7:30 en Midan Fini, ya que casi todos los integrantes de la excursión vivimos en Dokki (12 españoles, un colombiano pegado a una guitarra y un egipcio que habla español con acento paraguayo). Pues a las 7:33 aparezco con una cara de resaca cual vampiro de John Carpenter y una bocasecaman no apta para tierras áridas y calurosas. La noche anterior se celebraba una fiesta en casa de una amiga (todavía no sé cual era el motivo, pero yo lo celebré por todo lo alto), así que como buen asturiano esperé hasta el final a ver si alguien arrancaba a cantar la Asturias de Víctor Manuel, canción imprescindible de cualquier orquesta para finalizar la verbena. Al cerciorarme que nadie se lanzaba y que a mi me faltan estribillos y sobre todo voz despegué cual Usain Bolt dirección cama para dormir lo máximo posible y darlo todo en el desierto, ingenuo de mí, sólo tenía 3 horas para resetear.

La furgoneta en la que nos dirigíamos a Bahariya, el oasis donde habitan los beduinos que nos organizaron el viaje, no era lo más cómodo del mundo para dormir la resaca,a pesar de la amabilidad de Cris dejándome tirarme a la Bartola (¿qué habrá hecho la Bartola para merecerse esto...?)en el asiento de atrás. Tocaba aguantar estoicamente hasta nuestra primera parada.
Si divisar un oasis en el medio de la nada siempre es reconfortante, en las circunstancias en las que me hallaba lo era más aún si cabe. Cambio de petates de la furgonaria (mitad furgoneta, mitad funeraria) a los potentes 4x4 con los que atravesaríamos dunas, piedras y todo lo que se nos pusiese por delante. (¿Por qué los jugadores del Real Mandril llegan a Valdevevas en 4x4?,

¿hay socavones tito Floren?).
Tras realizar las operaciones logísticas pertinentes nos abalanzamos sobre la comida que nos habían preparado. Té, café, cigarro, muñeco de barro…y a por el Desierto Blanco intercalando tramos de carretera, arena, piedras, ojo camello, a ras, etc.
Una vez en el medio de la nada, reconocido el terreno, saciadas nuestras ansias de hacer el mongolo y demás, disfrutamos de la puesta de sol. El astro rey se escondía tras las montañas y la noche caía lentamente sobre nosotros. Mientras tanto el cabecilla de los beduinos, Essan, y sus secuaces nos preparaban el campamento base.

Alguna mente pensante no contaminada por el vino egipcio tuvo la brillante idea de coger los colchones y alejarse de las luces (del chiringuito, no penséis que era eso la feria de abril…) para ver un reportaje de Redes con Eduard Punset en vivo, estaban todas y cada una de las estrellas en el firmamento, no faltaba ni una. No contentas con ello nos dejaron boquiabiertos con la aparición estelar, valga la redundancia, de estrellas fugaces (no confundir con Lobo Carrasco en el Oviedo) y sobre todo el silencio. Ese silencio que te indica que está a muchos km de cualquier asentamiento humano que se encarga de destrozar la magia de la naturaleza en estado puro. Una voz irrumpe de la nada y todo parece indicar que la cena está lista, cocinada por los beduinos que son lo más parecido a una navaja suiza.

¿Qué hace un beduino con su vida?
Pues por lo que he podido comprobar in situ, su día a día transcurre canuteando, recogiendo guiris para enseñarles el desierto (entre otras cosas…), montándoles el chiringuito (y lo que les dejen), cocinando, bailando y cantando junto a una hoguera, canuteando de nuevo, etc.
No habrán pasado por ninguna facultad de turismo pero se las saben todas: siempre con una sonrisa calida en su tostado rostro, sus tarjetas corporativas, su Facebook, web site y demás. Y su canuto por supuesto.

Retomando el tema gastronómico nos deleitaron el paladar con pollo a la Pantoja beduina, patatas guisadas con zanahoria, arroz blanco y fruta, sin escatimar en cantidades en ningún momento. Como tampoco se dejaron nada dentro a la hora de amenizar la velada con sus ritmos norteafricanos, canciones de amor y bailes alrededor de un palo moviendo las caderas como si de Shakira tratase. No me extraña que a los grupos de alemanas cincuentonas las vuelvan locas.
Hasta que llegó él, irrumpiendo con la fuerza de un jabalí herido en los reboucos montes de Enverniego, se trataba de Luis y su guitarra con sus ritmos latinos. Todavía no sé como interpretar la reacción del desierto, soplando un aire que nos dejaba el pelo cual anuncio de H&S antes de usarlo y nos arrojaba las cenizas de la hoguera. Para calmarlo los beduinos se unieron haciendo los coros y acompañando con la percusión, ya quisiera Manu Chao...

El resto de la noche la pasamos esperando a que la luna hiciese acto de presencia, kalimotxeando con vino egipcio, intentando arreglar el mundo y filosofeando, pues el escenario era propicio para ello, o al menos eso pensábamos que estábamos haciendo hasta que salió de nuevo el sol. Vuelta a El Cairo con sus luces, bullicio y aire contaminado y las estrellas dejaron de lucir en el firmamento.

3 comentarios:

  1. tras ver a lo que se dedican semejantes personajes, yo me apunto al carro. De mayor quiero ser beduino también!!

    ResponderEliminar
  2. Hay que ver que poco se tarda en pasar de compadecerse de uno por lo dura que tiene que ser una resaca en el desierto, a pensar "mira este cabrón que bien se lo monta".

    ResponderEliminar
  3. q envidia (sana eso si) me está provocando tu blog...grgrgrgrgrgr.

    ResponderEliminar